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jueves, 6 de noviembre de 2014

EL SIMPLE HECHO DE IGNORAR

El ser humano, posee como característica exclusiva: la racionalidad. Ésta permite reflexionar, evaluar y actuar de acuerdo a ciertos principios para satisfacer algún objetivo o finalidad, con los recursos que tiene en su entorno. Este atributo humano hace que la conducta sea consciente, de hacer frente de forma innovadora a problemas o situaciones que no se habían vivido.

El ser humano, al ser simbólico, se adapta al medio, crea cultura y la dota de significado, de sentido; además de transmitir relaciones abstractas como ideas, sentimientos, hasta concepciones del mundo hace que sea un ser social, capaz de construir formas comunitarias de relación con los demás, que cooperan entre sí, con actitud de servicio, solidaridad, bien común.

No obstante, al ser humano le es difícil aceptar ciertas cuestiones que tocan su humanidad, su sensibilidad, su dignidad. Pueden surgir varias preguntas al respecto y la mayoría de las respuestas irán siempre encaminadas a la autoestima, a la historia de vida personal, al contexto cultural, social, religioso y ético en el cual se ha vivido, crecido, formado. 

Sin embargo, nada podrá ser controlado, hasta no recurrir a la propia voluntad y nada podrá ser superado sin la propia conciencia, capacidad de amar y toma de decisiones adecuada. Razón por la cual, es preciso, no apegarse a las cosas ni a las personas. Dicho lo anterior, es cuestión, de ser visible, latente y real, ser único, autónomo y equilibrado.

En cierto modo, el ser humano solo podrá cambiar su realidad con un verdadero sentido de pertenencia a sí mismo, ésto, no es otra cosa, que confiar en las propias potencialidades y habilidades, prepararse de manera formal o informal para generar más competencias y hacer de los sueños personales una realidad de vida, de existencia, de verdad.

Más aún, si el ser humano continua con la tónica de afectarse por cualquier situación, ya sea corporal, mental, espiritual o material, jamás podrá entender lo que significa ser resiliente, es decir, de sobreponerse a los momentos de dolor y situaciones desafortunadas. Es ahí, en ese punto, que el ser humano por el simple hecho de ignorar su propio ser, de depender de otros en todos los aspectos hasta de las circunstancias, que difícilmente podrá ser diferente su manera de pensar, de ser, de sentir, de actuar, de convivir, de hallar soluciones, de aprovechar oportunidades.

En suma, la sociedad evoluciona y se adapta a los tiempos, pero es el ser humano, quien debe estar a tres pasos adelante de ésta, con una visión presente, de cara al futuro.