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domingo, 23 de octubre de 2016

ESTAR ES PERMANECER

SÉPTIMO

Un hombre, su caballo y su perro iban por una carretera. Cuando pasaban cerca de un árbol enorme cayó un rayo y los tres murieron fulminados.
El hombre no se dio cuenta que había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales.

Colina arriba, la carretera era muy larga. El sol intenso y ellos transpirados y sedientos. 

En una curva del camino vieron un magnifico portal de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro.

El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada y...

– Buen día.
Estar y permanecer

– Buen día. Respondió el guardián.

– ¿Cómo se llama este lugar tan bonito?

– El Cielo.

– ¡Qué bien que hayamos llegado al Cielo, porque estamos sedientos!

– Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera. Y el guardián señaló la fuente.

– Pero mi caballo y mi perro también tienen sed…

– Lo siento mucho, dijo el guardián, aquí no se permite la entrada a los animales.

El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber solo. Dio las gracias al guardián y siguió adelante.

Después de caminar un buen rato cuesta arriba, ya exhaustos los tres, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puerta vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles. 

A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero. Posiblemente dormía.

– Buen día, dijo el caminante.

El hombre respondió moviendo la cabeza.

– Tenemos mucha sed, mi caballo, mi perro y yo.

Hay una fuente entre aquellas rocas, dijo el hombre, indicando el lugar.

Podéis beber toda el agua como queráis.

El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed.

El caminante volvió atrás para dar las gracias al hombre.

Pueden volver cuantas veces quieran, respondió éste.

A propósito ¿Cómo se llama este lugar?, preguntó el hombre.

CIELO, respondió el hombre.

¿El Cielo? ¡Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo!

Aquello no era el Cielo. Era el Infierno.

El caminante quedó perplejo.

¡Deberían prohibir que utilicen su nombre! ¡Esta información falsa trae consigo confusiones! advirtió el hombre.

¡De ninguna manera!, increpó el hombre, En realidad, nos hacen un gran favor, porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos…

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